La suerte de la viuda
¿Sabe usted porque en Playita Linda una casa veraniega en “semana santa” se renta entre 15 mil y treinta mil pesos? Muy simple, porque quienes rentan una casa con escasas dos habitaciones, un baño, alberca y una cocineta, ésta la disfrutan más de treinta personas. Sí, llegan a esa casa a usar el excusado, la alberca y todo el espacio más de treinta miembros de una tribu que sabe vivir en promiscuidad, más los invitados que en estos días no faltan, así que el paquete semana santa que incluye dormitorio W.C. y alberca tiene un costo aproximado de 500 pesos por peludo ¡Muy barato!
Alguien me preguntó y ¿Cómo duermen, cómo le hacen para sentarse esas treinta personas en la misma taza de baño, sobre todo sí hay mujeres? ¿Qué comen, cómo lavan esa cantidad de platos, la ropa, la intimidad, los sudores, los pujidos y todo eso que dos personas en una intimidad cuidan? Me quedé pensando un rato y llegué a la conclusión de que en semana santa la promiscuidad no importa, el aseo del baño tampoco y lo importante es divertirse en estos de vacaciones en donde el calor y el clima se convierten en cómplices.
Una pareja rentó su casa el año pasado. Una experiencia terrible porque tuvieron que tirar colchones que habían sido orinados y embarrados vaya usted a saber con qué porquerías de los inquilinos temporales; la taza del baño que era blanca terminó en color gris y toda estropeada, así que decidieron no rentarla nunca más, al menos que el contrato estipule que la casa será usada por una familia de papá, mamá y dos hijos, negándoselas, desde luego a aquellos que, se aprovechan y desquitan la renta limpiándose hasta con los colchones y haciendo lo que no harían en sus casas. ¿Cómo le hacen esas señoras que se sienten hechas a mano o que son delicadas, durmiendo en un colchón que no saben que cuerpos se han tallado sobre el…?
Pero bueno, hay gente bipolar que en el asfalto funciona y se manifiesta de una manera y a la orilla del mar aflora o la salva su otro Yo verdadero. El pasado lunes después de admirar por largo rato el mar Caribe, me quedé dormido en la perezosa del balcón del hotel en donde me encontraba y soñé.
Tuve una pesadilla, soñé que iba al funeral del esposo de una amiga, Un funeral extraño porque ella deseaba al marido muerto por tantas travesuras que le hacía y yo siempre le decía que tuviera paciencia, que no se desesperara, que la vida la premiaría por su aguante y creo que en muchas ocasiones hasta le dije –Tal vez se muera, se resbale por las escaleras con una cáscara de plátano y tu triunfo será que la otra, así como el resto de sus admiradoras, no puedan llorar sobre su ataúd a moco tendido.
Este debe ser el sueño de muchas mujeres que no saben cuándo se librarán del marido, sobre todo cuando ya los hijos se marcharon de casa y aquel hombre que treinta años atrás se consideraba un semental , ahora ya no sirve para nada más que para estorbo. Una amiga que enviudó cuando tenía sesenta años, le dije en el funeral para levantarle al ánimo que, -se podía volver a casar porque todavía tenía cuerpo y rostro- Alegremente me contestó -No Carlitos, desde ayer ya no tengo a nadie que me cambie el canal de la televisión y el control es solamente mío-
En el sueño por más que quería despertarme no podía, veía a la esposa del finado fingiendo que estaba derrotada, dolida por el terrible deceso de su cabrón esposo pero al fin y al cabo, feliz por dentro porque al final había triunfado. Quedarse viuda a los cuarenta y cinco años es la suerte más grande de cualquier mujer, pues viuda a los setenta ¿Ya para qué sirve? Dijera otra lectora que estaba sentada a mí lado mientas el padre Otón daba palabras de aliento a los hijos, por cierto, cada uno con su mundo hecho porque sus padres se habían casado jóvenes.
En realidad todos estaban tristes, menos la esposa y yo, quienes sabíamos que se había cumplido su mayor deseo y, como no podíamos estar cerca miré sus manos y con la derecha me hizo la “V” de la victoria. Tomó su bolso y sacó un papel para escribir algo, dobló la hoja y con un mensajero se la hizo llegar a un caballero distinguido que se confundía entre los demás que contaban chistes a costillas del difunto, éste leyó inmediatamente la nota, la miró, se frotó las manos discretamente e hizo un guiño como diciéndole –“ahora sí, ya estás libre”-
En ese instante comprendí lo que había pasado, era él, el buen hombre de quien tanto me había hablado, el compañero de estudios que se había quedado soltero por ella y que para estar cerca de su amor secreto, se convirtió en el compadre y padrino de todos sus hijos ¡Qué cosas tiene la vida! La esposa había sufrido tanto al lado del esposo sin que éste supiera que, mientras él se marchaba para estar en brazos de la aventura en turno, su esposa ya tenía resuelta su vida y su lugar en la cama también ya tenía quién la ocupara.
El funeral estaba a reventar, tal vez llegaron todas las mujeres que en vida tuvieron algo qué ver con el finado, bueno, es que vi a muchas mujeres desconocidas, gente que llegó a ver sí era cierto que una simple cáscara de plátano había acabado con la existencia de aquel garañón o era puro invento de la esposa y ésta la había capado con el cuchillo para pelar pollos; algunas iban de medio luto, con falda negra y blusa blanca con motitas tristes. Algunas, demasiados jóvenes, muchachas de escuela todavía que sino se veían como viudas, tenían en la mirada cierta suspicacia. Analizaba sus cuerpos y al finado siempre le habían gustado que tuvieran buenas nalgas, y aquella que tuviera los glúteos grandes, sugestivos y que los moviera sensualmente, era suficiente para que éste perdiera la cabeza sin revisar linaje ni estatus social.
La verdad es que después de descubrir que mi amiga y su compadre se entendían quién sabe desde cuando, me quería despertar de esa pesadilla pero había muchas cosas qué ver todavía: La música de banda que la esposa ordenó para que el marido se despidiera de este mundo como a él le gustaba, las palabras que inventó para quedar ante todos como una viuda digna quien, a pesar de la mala vida que el finado le había dado, ésta lo despidió como un magnífico hombre, padre ejemplar y el mejor amante del mundo, así que no perdía de vista la cara de mi amiga y la del señor elegante que desde lejos la miraba…
Desperté cuando alguien llamó a la puerta para decirme que me esperaba el chofer para llevarme al aeropuerto y todavía con la brisa salina reaccione ¡Fue solo un sueño! Pues yo no puedo creer que una esposa, por muy ofendida que esté, ésta le pague al esposo con el mismo estilo, y menos que en estos tiempos alguien espere pacientemente a que el amor de su vida se libere de las garras de un cruel esposo para luego tomarla en sus brazos.
Y mientras iba al aeropuerto en la radio una mujer hablaba de Germán Martínez, la comentarista se refería a la forma de cómo se peina, cómo habla y cómo le sonríe a la cámara cuando se despide, y que por culpa de él, muchos ya no ven el noticiero, por cierto, son los mismos que extrañan a Espino.
Germán Martínez me recuerda a “Cachirulo” y me da una nostalgia tremenda. Además me encanta cuando dice “Sus hijos de ustedes…” Es cierto que son formulas de lenguaje que ya no se usan, medio provincianas, pero tal vez por eso me gustan. Así que esperaré a ver a Thomas Adelmann decir “Si llego a la cámara pediré por una “mí amiga” y seré un su amigo de ustedes que no los olvidará”.
Soñé que mi amiga enterraba a su marido, éste se resbalaba con una cáscara de plátano, rodaba por las escaleras y todavía con vida creyó que su esposa correría para pedir auxilio, pero no fue así. Esta lo miró todavía llena de coraje y cuando decidió que era el momento de gritar, gritó como loca, desesperada porque su marido se le iba aunque en el fondo deseaba que se fuera y ya.
No es nada personal, pero muchas mujeres viven esperando el día que ocurra el milagro; mujeres que tienen que tolerar al esposo cabrón porque desean que su hogar, que está en ruinas, éste se sostenga al menos hasta que los hijos se vayan. Pero cuando esto sucede el esposo ya es un viejo que la otra y las otras, no lo quieren, al menos que tenga mucho dinero.
Lo cierto es que en el sueño mi amiga fingía y fingía muy bien, se veía como una esposa adolorida, que deseaba marcharse de este mundo porque la vida sin él, de nada servía, pero mujer al fin, inteligente y buena para actuar que, en el mismo funeral y en silencio, el compadre y ella celebraban el inicio de una nueva vida.
En un preparatoria de cuatro públicas que existen en la ciudad, un psicólogo contratado por la escuela llegó dar un curso sobre sexualidad, el control y sus cuidados. El hombre aprovechándose de su situación y la de las jovencitas que pidió seriamente a todas diciendo –Pónganse de pie aquellas alumnas que todavía sean vírgenes- Y aunque usted no lo crea se pusieron de pie más de 30, por lo que el psicólogo dijo –Deseo que sean honestas, pues yo ya sé por experiencia cómo es el cuerpo de una que ya no es virgen, cómo se sienta y cómo tiene de ancha las caderas que-… Dio la misma orden y solo se pusieron de pie 3. Pero esto y algo más se lo contaré el miércoles.
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