miércoles, 21 de noviembre de 2007

Sin límite

Alberto González Martínez/Fronterizo Un sustituto parlanchín Poquito a poco el panorama se va aclarando: el súper héroe municipal, el presidentito que amenazaba con llevarnos a la tierra largamente prometida, se redujo a lo que realmente es: un monigote cuyos hilos son movidos por la nueva generación periodística que trata de recuperar parte del dinero invertido en la campaña de proselitismo de Adolfo Zamora Cruz. Más allá de los berrinches, de sus desplantes autoritarios, intolerantes y burdamente antidemocráticos, Eduardo Reyes Ruiz no posee los tamaños para ocupar la silla de la oficina principal del Palacio Municipal de Tapachula. Así de simple. Antes, durante y después de la imposición que vino a perpetrar uno de sus cofrades panistas, Reyes Ruiz ha mantenido una posición invariable: le gusta mucho el güiri-güiri, es decir, habla mucho más de lo que trabaja y, por lo mismo, su incongruencia alcanza niveles dramáticos. Y como no hay nada oculto bajo el sol, hoy sabemos que Eduardo Reyes Ruiz fue impuesto como presidente municipal sustituto por dos razones: para sancionar a Ángel Barrios Zea por no haber conseguido que el candidato del PAN-PANAL ganara los comicios de octubre y para tratar de tranquilizar los ánimos de Adolfo Zamora que aún no digiere la segunda derrota al hilo que le ha propinado el pueblo de Tapachula. Esto quiere decir, simple y llanamente, que el Heroico Congreso del Estado no actuó en estricto apego a los mandamientos legales sino en función de móviles políticos. Porque el pueblo de Tapachula estaría enteramente de acuerdo en que el alcalde constitucional hubiera sido separado de su cargo si las pruebas en su contra fueran irrefutables y la investigación relativa al destino final de los recursos económicos de todos los tapachultecos hubiera sido practicada con imparcialidad y profesionalismo. Pero nada de eso ocurrió y hoy en día persisten muchas preguntas que ninguna autoridad, de ninguno de los tres poderes del Estado, se atreve a responder con claridad y contundencia. Lo más grave, sin embargo, es que la inservible Legislatura Local anterior tuvo la genialidad de imponer a Eduardo Reyes Ruiz como alcalde sustituto con tal de acatar la orden palaciega de castigar a Barrios Zea con el exilio obligado y el escarnio público. Tan aberrante decisión fue completamente unilateral porque nunca, ningún diputado de la Legislatura Local anterior vino a Tapachula a informarse acerca de las capacidades y la fama pública de cada regidor del cabildo encabezado por Ángel Barrios Zea. Si algo así hubieran realizado los heroicos diputados de la Legislatura que afortunadamente ya feneció, lo más seguro es que al último que hubieran llamado para encasquetarlo como alcalde suplente hubiera sido Eduardo Reyes Ruiz. Pero pudo más la soberbia y el absurdo afán de atropellar los más legítimos intereses de los tapachultecos. Por esta razón, la Legislatura Local anterior actuó de manera tan ignominiosa, violando las más elementales normas de la convivencia democrática. Actuación que, por arbitraria, pronto deberá ser analizada y rectificada por los diputados entrantes de la Legislatura que apenas comenzó el pasado viernes. Particularmente a Neftalí del Toro Guzmán y a Luis Gómez Manzo, diputados de los dos distritos con cabecera en nuestro municipio, corresponde la ineludible obligación —política y ética— de reabrir el caso Tapachula para poner orden a la mayor brevedad posible. Porque resulta inadmisible que al alcalde sustituto nadie pueda cerrarle la boca para que deje de lanzar tantos disparates e incongruencias. Patético resulta, por ejemplo, que desde el momento mismo en que tomó posesión del cargo, Eduardo Reyes Ruiz se la ha pasado gritando a los cuatro vientos que en este pueblo todos son corruptos, todos son ladrones, menos él y su club de cuates y matraqueros del candidato panista que fuera derrotado en las urnas por Ezequiel Orduña Morga. Y mucho más hilarante resulta que combata la corrupción con actos mucho más autoritarios, intolerantes y corruptos. Por ejemplo, es inaudito que a los empleados municipales que a duras penas perciben salarios de 700 u 800 pesos les haya cancelado la justa compensación mensual que recibían nomás por sus puros pantalones. Me explico: si a un humilde trabajador de servicios públicos no le entregó su compensación a finales del mes de octubre, nomás porque el hombrecito sospechaba que se pudiera tratar de un aviador, es evidente que el alcalde sustituto comete un atropello no solo contra el empleado sino contra sus dependientes económicos que ninguna culpa tienen de los desajustes emocionales de Reyes Ruiz. Pero lo más peor, como dicen aquí en el pueblo, no es que el alcalde sustituto se la pase haciendo declaraciones banqueteras para que los emisarios de la gaceta municipal le den vuelo a la hilacha. No. Lo verdaderamente grave es que el bateador emergente todavía no entiende que es preciso coordinar bien el cerebro con la boca para no estar diciendo puras tonterías. Más preocupante todavía es la comisión de torpeza tras torpeza. Por ejemplo, unilateralmente designa a Salustio Arrevillaga Manchinelly —casualmente, director de obras públicas municipales cuando Adolfo Zamora fue también alcalde sustituto por ocurrencia de Julio César Ruiz Ferro— y, días después, cuando en Tuxtla Gutiérrez no lo reciben porque su firma no está registrada como funcionario municipal de Tapachula, a Eduardo Reyes se le hace muy fácil cabildear el asunto para que los regidores le den el visto bueno al nombramiento de Salustio. Días antes, también había cometido diversas pifias como la de remover al Secretario Municipal para imponer a Alberto Pineda Tuels, que es ingeniero y que muy pocas tablas tiene en cuestiones legales y de redacción. Pero en donde no se midió fue en las obras públicas que ya estaban concluidas mucho antes de que Reyes Ruiz fuera impuesto como alcalde sustituto. Lo ocurrido en el CBTis 88 es un primoroso botón de muestra: el contratista que tuvo a su cargo la ejecución del techado de la Plaza Cívica de esa escuela notificó al ayuntamiento que ya estaba lista la placa metálica que se colocaría el día de la inauguración de ese domo. Solo que al enterarse Reyes Ruiz que la mentada placa decía “Ángel Barrios Zea, Presidente Municipal Constitucional”, el sustituto montó en cólera y ordenó al contratista que retirara esa placa inmediatamente porque ya Barrios Zea nada tenía que ver en los asuntos municipales. La orden que tuvo que cumplir el angustiado contratista salió peor: en la placa, que fue develada el pasado viernes 16 por Camilo Capri, puede leerse “Arq. Eduardo Reyes Ruiz, Presidente Municipal Constitucional”, leyenda que no solo implica una clara usurpación de funciones sino que deja entrever la patética incongruencia de un sustituto que ya se siente presidente constitucional, como si muy capaz fuera de ganar tal jerarquía en las urnas. Las pifias anteriores serían pecadillos insignificantes si Eduardo Reyes Ruiz no agraviara a los tapachultecos todos al mantener, desde el momento mismo en que lo impusieron como alcalde sustituto, a una pareja de policías que mañana, tarde, noche y madrugada, vigilan el domicilio particular del bateador emergente mientras los actos delincuenciales se multiplican por los cuatro puntos cardinales de la ciudad. Si usted no me cree, solo bastará con que pase por la 5a. Avenida Norte, entre la 3a. y la 5a. Calle Oriente, a unos cuarenta pasos del Country Club, para darse cuenta de esta nueva realidad del súper héroe municipal que acusa a todos pero que no alcanza a darse cuenta que, generalmente, siempre escupe para arriba. Y en los días por venir iremos enlistando las interminables pifias perpetradas por Eduardo Reyes Ruiz que, dicho sea de paso, no se cansa de meter la pata porque siente que es ahora o nunca. Resulta ocioso comentar que no basta con decirse honrado e incorruptible. Es preciso serlo y parecerlo. Porque si el alcalde sustituto una y otra vez criticó a Barrios Zea, por presuntos desvíos de dinero y por infinidad de presuntas irregularidades administrativas en el ayuntamiento de Tapachula, lo más sensato es que él —ahora que el Congreso del Estado le obsequió la oportunidad de ser alcalde sustituto— no cometa los mismos errores. Porque en caso contrario, estaríamos ante un problema patológico. Si en verdad el alcalde defenestrado mantenía aviadores en la nómina municipal, lo correcto sería darles de baja pero jamás sustituirlos por otros para no incurrir exactamente en la misma conducta que tanto ha denunciado en la gaceta oficial del derrotado panismo aldeano. Solo que nuestro héroe municipal ahora da muestras de que ignora la voz popular que, con claridad meridiana, establece que “dime de lo que presumes y te diré de lo que adoleces”. Si usted no lo sabe, respetable lector, Eduardo Reyes Ruiz ha retirado a mucha gente de la nómina municipal pero no con el sincero afán de reducir gastos al maltrecho ayuntamiento de Tapachula. Ha sacado a muchos pero para contar con espacios suficientes en donde pueda acomodar a sus cuates y recomendados. Y, aunque usted no lo crea, todos son distinguidos miembros del Club de Matraqueros de Adolfo Zamora Cruz. Dicho de mejor manera, los cambios en Tapachula se hicieron para que todo siga igual. ¡O peor!