jueves, 16 de abril de 2009
COCINA AFRODISIACA
Señoras de “piel fina”
Ayer perdí a un lector incondicional, un profesional de la arquitectura que se destacó por su estilo propio y que al final, cuando ni él ni yo sabíamos que se iría sin despedirse, nos unió esta página que él leía con sumo interés y mucho gusto.
Sí, me refiero a MARIANO BRAVO VAQUERO, un hombre que cumplió con su misión en esta tierra, al menos así debemos de entenderlo. A él, le dedico lo de hoy, porque no puedo perder de vista que, todos aquellos que se van, vuelven y se esconden detrás de las paredes para estar cerca de nosotros.
Hoy no iba a escribir, pero Mariano Bravo Vaquero me obligó, y es que no puedo, no tengo otra forma de hacerle un homenaje, de despedirlo con algo que él le hubiera leer y que, seguramente, antes que usted, ya leyó.
¡Adiós Mariano, hasta pronto!
Es común y cuando vemos a gente “fina”, sobre todo a señoras que se golpean el pecho y que aparentemente hacen “caridad”, nos debe de dar un poco de miedo, porque aquella que cacaraquea tanto “ser buena” con el prójimo, es probable que esté escondiendo una verdadera personalidad malvada; son precisamente esas damas que ante la luz pública actúan de una forma pero que en sus casas tratan a la servidumbre con las patas.
Sí, no se trata de nadie en especial, porque sí a usted le cae el saco y le molesta lo que escribo es porque sabe que tengo razón, es porque usted es una mujer o un hombre que pichicatea el sueldo de la empleada doméstica, le regatea el pago y todavía le dice que le dará buena comida (pancita guisada, bistecito a la mexicana, frijoles, caldito de pata, sopa de pasta) ¿Esa es la buena comida para usted? Usted que viste y aparenta ser una mujer sacada de una revista de modas, aunque falsa por tanta piratería, aparenta lo que no es.
Leía en un diario local sobre el escándalo de una señora que tenía en su domicilio a una esclava por sirvienta, a una menor de edad (15 años) de nacionalidad guatemalteca que la ponía a hacer los quehaceres más brutales y todavía se la llevaba a su tienda de ropa para que allá terminara sus pulmones trapeando y sudando la última gota para que desquitara hasta el último centavo del miserable pago que le daba, pago por cierto atrasado porque estas patronas que no sabemos qué traen en las venas o qué clase de mujer las trajo al mundo, jinetean…
“Gran escándalo fue el que armó Kenia Aquiauhatl García, quien señaló que su trabajadora Gladys Ramírez Ramos, de 15 años de edad -a quien además ha explotado- por no pagarle su quincena le inventó un robo y envió a la cárcel a la humilde guatemalteca” (Nota de Rosario González en Diario del Sur 15 de abril)
Me ha tocado ver y he sido testigo de cómo muchas mujeres que se dicen ser buenas, además de ser muy religiosas y temerosas de Dios, cómo tratan a sus sirvientas, esas pobres mujeres que trabajan por hambre y necesidad y que, sin ellas, la casa sería un infierno ¿Cómo entonces pagarles una miseria? ¿Acaso, sino fuera por ellas usted y todos andaríamos hediondos y cansados de trapear, barrer, sacudir y lavar baños que los niños dejan hecho un asco?
Según la nota periodística, que me gustó mucho, la empleada doméstica (que debería ser la reina de la casa) y su patrona, tuvieron un problema porque ésta estaba retrasada con el pago de la joven guatemalteca, así que la patrona, sintiéndose omnipotente, la amenazó y como lo hacen muchas señoras de sociedad que están acostumbradas al agandalle, decidió acusarla de ROBO ¿Puede usted creer que esto suceda con algunas damitas de la sociedad tapachulteca? Pues aunque no lo crea, es común en muchos hogares.
Y es que muchas damas de sociedad abusan porque saben que, como son indocumentadas, éstas llevan todas las de ganar y tal vez tengan razón, pero qué ¡Injusto! ¿No cree? ¿Qué falta de madre o de calidad de leche materna? Para que no me escuche tan grosero, no vaya a ser que mi guía espiritual, un sacerdote a quien le preguntan las damas pecadoras ¿Cómo se puede llevar conmigo? Se enoje con este servidor que sacude las sábanas de su casa sin conocerla.
En una ocasión me tocó vivir el vía crusis de una empleada de mostrador que, por ignorancia resultó embarazada. Esta le comentó a su patrona y dueña del establecimiento de ropa qué no sabía cómo iba a hacerle pues no tenía el apoyo ni de sus padres, así que la señora que se las gasta de ser una “gran señora”, le dijo que lo sentía mucho pero que con ella no contara, es más, que no le daría ni Seguro Social y ningún servicio médico. La mujer trabajó hasta principios del noveno mes de embarazo y de su patrona no recibió nada más que un poco de ropa vieja, como sí fuese una canina la que iba a dar a luz y no se supo nunca nada más de ella…
Sí siente la sangre caliente y los dientes le rechinan de encabronamiento, debe ser porque usted no es tan cruel como ésta mujer que puede gastar dinero en muchas trivialidades pero es imposible que ella se desprenda de uno de sus gustos frívolos para haberle dado a la empleada aunque fuera el pago de lo que cobran en el Hospital Civil, cuando atienden a una parturienta. Sí el corazón le está latiendo aceleradamente es porque sabe que, sí tiene hijos, ellos pagaran sus faltas y usted sufrirá viendo cómo la vida se cobra toda su escasez de humanidad…
¿Cómo terminó el pleito entre la patrona que demandó a la empleada de robo, molesta porque la “cachuquita” se le reveló justamente? Que todo quedó al descubierto, la patrona actuó como lo hacen muchas señoras descastadas y ahora deberá enfrentar a la justicia hasta llegar a la cárcel por trata de menores así como por abusar de la menor en quehaceres pesados. La patrona la acusó de robar un pantalón de su tienda con un valor de 350 pesos, cuando en realidad era de 50 pesos ¿Puede usted creer esto…?
Sería bueno que alguien aconsejara o defendiera a éstas indefensas guatemaltecas de la crueldad de muchas amas de casa que abusan de ellas otorgándoles un pago miserable, un camastro de perros y un trato inhumano. Esas señoras que hacen uso de estas mujeres que vienen en busca de la sobre vivencia misma deberían de contar al menos con servicio médico y debería de haber una autoridad que regulara la situación de todas las empleadas domésticas.
Sí una de ellas me pidiera un consejo le diría que, antes de que la patrona la cuse de robo (como lo hizo la tal Aquiauhatl) para no pagarle su quincena o mensualidad, ésta debería de acusar al esposo de violación, sí, para que se vaya a la cárcel como aquel médico famoso que cubre una condena por abusar de su sirvienta, y así, nuestras flamantes damas de sociedad, antes de actuar piensen que todo lo malo que hagan, Dios lo cobrará con sus hijos o con el marido de ellas.
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