lunes, 14 de abril de 2008

Transiciones ¿Algo en común?

Periódicos Frontera y La Crónica de BC, 10 de abril de 2008 Transiciones ¿Algo en común? Víctor Alejandro Espinoza Hay un binomio que para muchos no puede desasociarse pues ambos se complementan y determinan. Para esa visión, la democracia y la economía no pueden pensarse separadamente. Hay otra interpretación que matiza y precisa fronteras: el desarrollo económico no implica necesariamente contar con una democracia política. Sobre estos tópicos reflexionamos y discutimos el jueves pasado (3 de abril) en la Facultad de Ciencias Sociales y Políticas (FCSyP) de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). El foro lo brindó la presentación de un libro coordinado al alimón por los doctores Luis Enrique Concepción Montiel y Cuauhtémoc López Guzmán, profesor y director, respectivamente, de la FCSyP, titulado “El desafío de la consolidación democrática en México: propuestas y perspectivas”, publicado por el Senado de la República, la UABC y Miguel Ángel Porrúa. El libro reúne trabajos de nueve académicos de diversas latitudes. Tanto el Dr. Ángel Manuel Ortiz Marín como un servidor fungimos como los comentaristas externos. El título del libro es muy sugerente y contiene la idea de que es necesario no sólo reflexionar sobre el presente, sino pensar hacia donde parece conducirse el régimen democrático mexicano. Nuestro país ha vivido una larga transición que rompe con los esquemas de las teorías de las transiciones políticas. Recordaba que el politólogo español Manuel Alcántara señaló que el promedio de las transiciones exitosas (entendidas como el periodo temporal que va del viejo al nuevo régimen político) ha sido de 3 a 4 años. En México no hemos sido capaces ni siquiera de acordar una fecha de inicio. Para muchos arrancó en 1968, otros dicen que en 1977, muchos más sostienen que en 1988. Pero si no hay acuerdo sobre el inicio, tampoco acerca del final: muchos apuestan por el 2000 y otros consideran que no ha terminado. Los coordinadores del libro parecen coincidir en la tesis de Cuauhtémoc López Guzmán: “Nuestro sistema requiere de un cambio radical que sea capaz de consolidar la democracia, generando crecimiento económico sostenido y una justa distribución de la riqueza”. Revisando las experiencias internacionales de economías exitosas, sin duda que el binomio con la democracia es recurrente. Es el caso de España y de la mayoría de los países europeos; pero no necesariamente es la regla: Chile bajo la dictadura de Augusto Pinochet presentó indicadores económicos positivos, lo mismo que China y qué decir de México, que durante el largo periodo de 1954 a 1970 crecimos a tasas del 7% anual y no vivíamos precisamente bajo una democracia. En todo caso la relación no parece mecánica. La democracia no necesariamente se traduce en desarrollo económico, como el autoritarismo y la dictadura tampoco conducen inexorablemente a la depresión económica. En todo caso, la democracia genera mejores condiciones de convivencia como para traducirse en dinamismo económico. Es muy probable que al concepto democracia le exijamos demasiado. El problema es que bajo ese esquema pensemos que la consolidación de un régimen democrático pasa necesariamente por resolver primero las graves desigualdades sociales de nuestro país. Y por esa vía podemos extraviar un cambio institucional que urge y que se posterga porque siempre parece haber temas más importantes y urgentes que resolver. La consolidación democrática se encuentra entrampada y no necesariamente puede llegar a tener un desenlace exitoso. Lo que estamos viviendo hoy en día no admite razones para el optimismo. Para algunos autores no podemos hablar de consolidación porque nunca pasamos por la instauración democrática. Dice César Cansino: “Por instauración democrática se entiende, además de la destitución autoritaria, el proceso de diseño, aprobación y puesta en práctica de las nuevas reglas del juego y los procedimientos políticos democráticos”. En las experiencias exitosas ello culmina con una nueva constitución. Aquí no hemos tenido ni destitución autoritaria fuerte, ni transformación institucional. Por eso estamos viviendo una situación que parece conducir a ninguna parte. Concuerdo que lo ideal es lograr el binomio exitoso democracia y desarrollo; pero para ello se requiere iniciar por el principio ¿o no?

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