martes, 8 de abril de 2008

Transiciones. Depresión democrática

Víctor Alejandro Espinoza Periódicos Frontera y La Crónica de BC, 3 de abril de 2008 Así se encuentra nuestra democracia y así nos sentimos los mexicanos; deprimidos porque el ansiado cambio democrático lo que ha traído es irritación, enfrentamientos sociales, polarización. La palabra “cochinero” es parte del lenguaje cotidiano. Si en los años ochenta y noventa la “crisis” era la referencia para conocer los padecimientos nacionales, a partir del 2000 la democracia se instaló como el referente principal del discurso público. Pero poco nos duró el gusto: lo que tenemos ante nosotros es un país que avanza hacia la confrontación. No es un problema cuya responsabilidad recaiga en un solo actor, las principales fuerza políticas y una ciudadanía pasiva son parte fundamental de la explicación. El debate en torno a la reforma energética parece ser la punta del iceberg de un conflicto político de gran magnitud. Me temo que apenas estamos al comienzo de una disputa y una polarización que puede generar resultados catastróficos. Será la depresión, pero no veo asideros fuertes como para canalizar la conflictividad por vías institucionales. Porque además, el conflicto político tiene como escenario una sociedad profundamente desigual en lo económico y en lo social. La distribución del ingreso es injusta para decir lo menos y ha llegado a niveles alarmantes y paradójicos: un mexicano es el segundo millonario del mundo pero somos el primer lugar mundial como expulsores de fuerza de trabajo. El país no crece como para resolver el grave problema del desempleo. Los datos recientes muestran que en las regiones más desarrolladas, como Baja California, 3 de cada 10 personas en edad de trabajar se encuentran desempleadas. En las regiones más pobres los datos se invierten. Los especialistas concluyen que en términos de pobreza estamos con indicadores inferiores a los del año 1992. Evidentemente la democracia no puede resolver todos los males sociales. La democracia es el mejor de los sistemas políticos conocidos; pero no opera milagros. Sin embargo, a los mexicanos se les vendió la idea de que el cambio político traería aparejada una mudanza social. Al parecer los políticos nunca hablan con la verdad. Hacerlo sería perder votos. Hoy vemos con preocupación que en los flancos de la izquierda como de la derecha, los partidos políticos –consustanciales a la democracia- viven procesos de degradación y crisis. El lamentable espectáculo de la renovación de dirigencias en el PRD y Alternativa, es fiel reflejo de la baja institucionalización de los partidos de izquierda mexicanos. El costo puede ser muy alto en los futuros procesos electorales. El presidente y su partido han gobernado constreñidos por el proceso electoral de 2006. Se trata de un partido con una evidente carencia de cuadros capaces de defender con argumentos el proyecto gubernamental. La reforma energética requiere de expertos capaces de aclarar las dudas que tiene la ciudadanía ante un tema cargado de simbolismo e ícono del nacionalismo mexicano como lo es el petróleo. Si Juan Camilo Mouriño era el as bajo la manga del presidente, hoy no puede jugar un papel relevante. Aunado a ello, la pobre estrategia de medios basada en el spot del “tesoro escondido en aguas profundas”, y en la última semana el diagnóstico de PEMEX, no resuelven el problema de la vaguedad y la carencia de una propuesta clara de reforma energética. Una vez más, Andrés Manuel López Obrador lleva la voz cantante y la sociedad se divide entre quienes lo idolatran y quienes lo consideran loco. El partido receptor de los saldos de la confrontación entre el gobierno y sus críticos es sin duda el PRI. Se ha ubicado en el centro del espectro político desde donde se prepara para recuperar el poder. La suma de triunfos electorales locales así lo muestra. Hoy se apresta a recobrar la mayoría en la Cámara de Diputados en las elecciones del próximo año. Mención aparte en este panorama lo merecen los medios electrónicos de comunicación que se han convertido en verdaderos actores políticos. Y como tienen el monopolio de la imagen y la palabra han decidido cosechar a su favor aprovechando las aguas turbias. Ellos califican y descalifican, retan a las instituciones públicas y controlan el consumo cultural y político de los mexicanos. En una próxima entrega revisaré las razones estructurales de nuestras debilidades democráticas

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