lunes, 17 de diciembre de 2007
Sin límite
Alberto González Martínez
Tiro de gracia
La mayoría de los integrantes del Cuerpo Edilicio de Tapachula sesionó por la mañana de ayer para analizar los puntos contenidos en la Orden del Día de la Sesión de Cabildo que comenzaría justo cuando las primeras sombras de la noche cayeran.
De espléndido ánimo, regidoras y regidores que abiertamente se oponen a la interminable serie de dislates perpetrados por el minúsculo presidentito que ahora padece nuestro municipio, la conversación giraba en torno al tema obligado: la impostergable necesidad de frenar todas las atrocidades que sin rubor alguno viene cometiendo Eduardo Reyes Ruiz.
Fresco aún el recuerdo de la enésima pifia del pequeño Guayito —que al finalizar la pasada semana tuvo la genial ocurrencia de lloriquear amargamente por la inasistencia de nueve de los catorce regidores que simplemente se negaron a avalar la vacilada esa que los plumíferos a sueldo denominan pomposamente “Carta de Desarrollo Urbano de Tapachula”— los regidores que nunca más restablecerán una buena relación con el títere sustito diseñaban cuidadosamente la estrategia para hacerle morder el polvo.
Y si algún mérito no se le puede regatear al diminuto presidente sustituto es justamente su increíble capacidad para unir a los regidores… ¡pero en su contra!
Porque apenas en las semanas previas había logrado, mediante promesas de todo tipo, persuadir al perredista Alfredo Cruz Moguel y al sedicente priísta, Indalecio Flores Bahámaca, para que le engordaran tantito el caldo y votaran a favor de algunas de sus demenciales iniciativas que invariablemente han sido desechadas de plano.
Solo que la correlación de fuerzas se modificó drásticamente cuando el pasado sábado los titiriteros del presidentito exhibieron en la gaceta municipal la lista de nueve regidores que, presuntamente, se oponen al progreso de nuestro pueblo por la simple y sencilla razón que no avalaron un Plan de Desarrollo Urbano que en realidad esconde otras cuestiones que nadie se ha atrevido a llamar por su nombre.
Tal publicación, en el periódico de los titiriteros, que están dispuestos a hacer cualquier cosa antes de aceptar —con un mínimo de dignidad— la segunda derrota electoral consecutiva, solo sirvió para exacerbar los ánimos de los dos regidores tibios que por ratos coqueteaban con unos y luego se aliaban con otros.
Por ello el tiro de gracia llegó, como dice Roberto Gómez Bolaños, sin querer queriendo. Fue el propio Eduardo Reyes Ruiz quien jaló el gatillo para que nueve regidores concretaran el ansiado ajuste de cuentas.
Así se escribió esta patética pero no menos divertida historia. Un alcalde sustituto que pronto perdió piso —no porque así lo deseara sino porque su reducida estatura propiciaba que sus extremidades inferiores colgaran cada que se trepaba para sentarse en la silla presidencial que le quedó exageradamente grande— y nueve regidores que el propio Champion valiente alineó en su contra.
Si alguien lo dudaba, ahora ya no cabe la más mínima posibilidad para no creer la triste realidad: de ahora en adelante, nueve regidores del Cabildo tapachulteco mantendrán en un puño al pequeño Guayito que solo pataleará, se tirará al piso, hará berrinches, echará espuma por la boca, chillará y hará cuantos desfiguros se le ocurran pero de ahí no pasará.
El cerrojazo que hacía falta para consumar la fuerte alianza de nueve regidores ocurrió el pasado sábado y los trece días de reinado que le quedan al ensoberbecido Champion serán insuficientes para que éste se arrepienta de sus pecados y torpezas.
Por lo que resta de este agonizante año, Mary Cruz Trejo Lara, Sócimo Villalovos, Josefa Concepción Suárez, Octavio Zea González, Alberto de Sancristóbal, Rubén Guízar, María Amalia Toriello, Alfredo Cruz Moguel e Indalecio Flores Bahámaca mantendrán el sartén por el mango y podrán vapulear al cada vez más indefenso presidentito cuantas veces salga a buscar bulla.
Esa será la tónica de ahora en adelante. Y, si se lo proponen, esos nueve regidores pueden hacer que el alcalde sustituto protagonice el peor de los ridículos: si se ponen de acuerdo para no asistir el día del tercer informe de gobierno municipal —aunque medio Tapachula se pregunta ¿qué va a informar este individuo?— volvería a morder el polvo al no poder instalarse la Sesión Solemne en que a cualquier alcalde le gustaría pavonearse.
Anoche, por ejemplo, el sustituto alcalde intentó pasar el dedo en la boca a los miembros de su cuerpo edilicio. Aún a sabiendas de que un asunto votado en sesión anterior ya no puede volverse a incluir en una Orden del Día, el presidentito valiente pretendió que le autorizaran la Cuenta Pública de los últimos meses.
Craso error que no solo exhibe su terrible ignorancia de la Ley Orgánica Municipal y del propio Reglamento Interior que regula muchos de los asuntos que ordinariamente se ventilan en una Sesión de Cabildo sino que indica que persiste en su absurda idea de no respetar a los miembros del Cuerpo Edilicio.
Y como está empecinado en faltarles el respeto a las regidoras y los regidores, éstos no tuvieron más remedio que enseñarle a respetar a sus semejantes. Tras exhibir la patética ignorancia del sustituto alcalde, la mayoría de los integrantes del Cabildo expresó un rotundo NO a la aprobación de la mentada cuenta pública que ya le quema las manos al hombrecito valiente que nomás se quedó en eso: en puro valor mexicano pero desprovisto de cinco centavos de inteligencia.
Tan grave es la situación del cada vez más desarticulado alcalde sustituto que causa pena ajena. Anoche, por ejemplo, solo le faltó llorar. Quiso arrodillarse, rogar, implorar, besar los pies a cada uno de los regidores, ofrecerles las perlas de la virgen, satisfacer sus más íntimos deseos, con tal de que le aprobaran la cuenta pública que lo trae al borde de la locura.
Y justamente en ese viacrucis, Eduardo Reyes Ruiz apareció ante propios y extraños como lo que realmente es: un ser de bajísimo IQ al que no le fueron suficientes los 33 meses de Ángel Barrios Zea para aprender, siquiera, algunos fragmentos de la Ley Orgánica Municipal que tercamente intenta pisotear.
El pobre sujeto de lento aprendizaje se apreció anoche en su justa dimensión. De nada le sirvió a Reyes Ruiz haber participado en múltiples sesiones de cabildo si no aprendió ni la O por lo redondo.
Lo más pior, como dicen aquí en el pueblo, es que no cuenta con un buen Asesor para el Medio Oriente. Por eso es que comete cada torpeza, cada disparate, que podría perdonársele a un alcalde del municipio más refundido en la Sierra Madre de Chiapas pero no al que se autodenomina —sin serlo— presidente municipal constitucional de Tapachula.
La historia de anoche pasará al Récord Municipal de Pifias Palaciegas. Porque Eduardo Reyes Ruiz no se conformó con regarla una, ni dos, ni tres, ni cuatro, ni cinco ocasiones. En cada punto de la Orden del Día recibió, como premio a sus torpezas, sendos reveses que lo mantuvieron contra las cuerdas.
Quiso que los integrantes del Cabildo le autorizaran la venta de un montón de carros viejos, inmediatamente después de darles de baja, pero la mayoría de regidores le volvió a recetar la misma dosis: NO.
Con el cuento de que son muchos los vehículos que permanecen descompuestos, pudriéndose en los corralones del propio ayuntamiento, al sustituto alcalde se le hizo fácil querer rematar todas esas unidades como si se tratara de fierro viejo.
Y cuando ya Eduardo Reyes Ruiz se frotaba las manitas para informar a sus titiriteros que haría un buen negocio, vendiendo hasta carros en buen estado a precio de remate, la mayoría de los miembros del Cabildo le dijo que nomás NO.
Pretendió darles gato por liebre, anunciando que la Carta Urbana que todos los habitantes de nuestro pueblo esperaban con ansias ya es toda una realidad, y la mayor parte de los regidores presentes le volvió a dar palo.
El dichoso Plan de Desarrollo Urbano, que no es más que la tablita de salvación de un arquitecto de apellido Cintora, cónyuge de Rocío Martínez, la misma a la que le cayó del cielo una regiduría en el último tercio del último año del trienio, se estrelló anoche, con gran estrépito, en el suelo de la Sala del Cabildo.
La Carta Urbana de Tapachula, que según los dichos del hombrecito valiente sería el bálsamo que curaría todos los problemas de nuestro municipio en esta cabecera, no pasó. O, lo que es lo mismo, se fue directito al bote de la basura.
Y eso deja en la más terrible orfandad, completamente encuerado, a Cintora, el arquitecto que cobró como Director de Desarrollo Urbano desde que logró enchufarse en la administración de Ángel Barrios de la que hoy habla pestes y horrores.
Por eso a Rocío Martínez solo le faltó derramar lágrimas de sangre. Porque el artífice de la mentada Carta de Desarrollo Urbano de Tapachula se desdibujó tanto que, al final, se redujo a nada.
Y de nada sirvieron los lloriqueos del vocero oficioso que escribe notas para la gaceta municipal en lugar de difundir las acciones de gobierno que debería realizar el ayuntamiento si el pequeño Guayito anduviera en lo suyo en vez de andar librando pleitos de lavadero.
¡Qué pena!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario