Ixtepec, Oaxaca.- "Uno de los que nos traen en salsa es el narcotráfico, son ellos los que se han metido en el camino de los migrantes y yo he tenido que intervenir", así sintetiza el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, los amagos que ha recibido por su defensa de la migración centroamericana, desde hace más de cinco años.
Solalinde, retornó al albergue "Hermanos en el Camino" el pasado 7 de julio después de dos meses de autoexilio en las que visitó Europa y Estados Unidos en busca de solidaridad internacional tras reiteradas amenazas de muerte.
Para su regreso fueron implementadas medidas cautelares bajo un protocolo diseñado por Navy Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.Cuatro policías federales lo escoltan día y noche, el resto de los uniformados estatales resguardan y realizan rondines al inmueble que fue bardeado, y al cual se le colocaron cámaras de vigilancia.
"Ha sido muy duro, ha sido un martirio constante, me ha costado lágrimas de rabia e impotencia por la criminalización que son objeto los migrantes; pero mi vida no está por encima de la vida de los migrantes, les he insistido que lo más importante que mi vida, son los migrantes", señala el religioso al hablar en entrevista sobre la situación sui generis de la presencia policiaca en el refugio.
"Siempre están acechándonos", expone luego de recibir a un grupo de vecinos que vincula con cantinas que rodean el albergue, y que son encabezados por Gregorio Ángel, un sujeto que en abril pasado le dijo a otro "que ya tenían un sicario para matar al cura".
"Esto lo hemos vivido todo el tiempo, cuando no es un motivo es otro, cualquier falta, error que cometan los migrantes, inmediatamente criminalizan el albergue y a mí, siempre es la misma amenaza", explicó después que tres guatemaltecos en estado de ebriedad, entraron a una casa contigua causando daños a la malla que sirve de barda. A los migrantes se les había negado el acceso al albergue debido a su embriaguez.
Los migrantes intentaron ingresar al refugio por la cerca del vecino, causando destrozos, y el disgusto de los habitantes que reclaman al religioso pague los daños. Los tres fueron detenidos por la policía y repatriados a su país.
Solalinde refiere que si no hubiera vigilancia policiaca en el albergue, "fuéramos presa de esta gente, se meterían los maras, los zetas, y ese tipo de cosas no las podríamos controlar sino es con la coordinación con las autoridades".
Las agresiones que ha sufrido el sacerdote las tiene escritas en 60 libretas, donde están los nombres de las personas que lo han atacado, y que están asegura, vinculados con el narcotráfico y con autoridades corruptas. La información dice, la tiene resguardada en la ciudad de México, y no en la laptop que le robaron a su regreso al albergue después del autoexilio.
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