lunes, 19 de abril de 2010

Suchiate y Tecún Umán; ¿Una Frontera Ligh?

Darinel Zacarías/ Fronterizo Chiapas Suchiate. Chiapas.-La frontera sur, conocida en el bajo mundo como La Tijuanita del Sur, una frontera porosa, impune e incesante ante el rugir de cientos de tráileres, es un municipio fronterizo donde se dice no pasan lo que no quieren, bajo la sospecha de contubernio con los cuerpos de seguridad. Esa “frontera” la forma 114 kilómetros y la convierten en invisible; sin muros ni vayas, no existe la distancia, solo agua y bandas criminales, y aun así entre ambos países un aviso “Bienvenidos a la Frontera Sur” la vida en línea que separa a Norteamérica de Centroamérica. Hoy en su analogía al Sueño Americano, los migrantes de centroamericanos la denominan “Sueño Mexicano” pues argumentan que es una frontera sin muros, una tierra generosa donde unos dependen de otros para subsistir. Son 40 minutos de un ir y venir esporádico de tráileres y de carros poco suntuarios, un recorrido en el que se ve de todo, pasa de todo y donde la impunidad brinca de lado a lado. Aquí no sucede libre comercio con el frenesí y el rugir de la frontera norte, el movimiento es incesante y por extensión constante, pero apenas perceptible. En esta frontera olvidada, te encuentras con aduanas de membrete y sueles toparte con puentes migratorios vacíos. No hay respeto a los lineamientos fiscales y migratorios, cruzar es muy fácil, lo hace a través de balsas, en triciclos o si lo prefieres a pie. Es una frontera informal, seguida por usos y costumbres más que por protocolos migratorios, aquí el comercio es “comandado” por prestadores guatemaltecos, salvadoreños y hondureños. Niños van y vienen solos, trabajan para subsistir, y empiezan a valerse solos, son hijos de cambiadores de papel moneda, balseros, comerciantes y hasta de traficantes de gasolina y azúcar. Por más descabellado que luzca, siempre resulta atractivo cruzar e intercambiar gasolina, leña, azúcar y comestibles con la frontera de Guatemala. El ambiente es hostil y dicen las leyendas a voces secretas “Se mueven armas, documentos apócrifos, droga, tratantes de blancas…” y el gobierno no lo niega, solo se hacen sordos y miopes. El contraste de ambas naciones se siente desde que avanza uno por las calles de Tecún Umán, estrechas, descuidadas, sucias, se camina entre remolinos de gente y movimiento de dinero en efectivo. La frontera se abre desde las 5 de la mañana hasta las 9 pm. Los balseros y sus 13 cooperativas, dividen el territorio pos pasos ciegos e impunes, donde algunos se prestan para pasar cocaína, armas y hasta dinero falso. El sur es resulta una versión “Ligh” del sueño americano, aunque no se paga en dólares, ni existen sembradíos de tomate, cebolla, ni se tienen remesas, al menos es una fronteras que sirve para subsistir cuando no se tiene nada. Los reportes del INM, arrojan que por lo menos 122 mil trabajadores entran a trabajar a fincas de manera legal, sin embargo más de 150 mil laboran de manera irregular y sin registro alguno. Los “sin papales” viven a salto de mata; sin agua, sin techo, sin servicios básicos. Entre la visibilidad y la vulnerabilidad. No todo es trabajo clandestino; muchos se quedan y transforman su vida, sirven como cortadores de banano de exportación, otros venden comida en espacios fronterizos, algunos más se ganan la vida traspasando carga a través del rio Suchiate. Pero el contrabando de México hacia Guatemala que mayor auge está registrando es el de gasolina y el de azúcar. La primera considerada como un negocio de alto riesgo, pero los contrabandistas son protegidos y custodiados por Seguridad Pública del Estado y hasta de la Policía Federal Preventiva, quienes oportunamente reciben su “derecho de piso”. Considerado un río globalizado, el más cotizado por traficantes de humanos, narcotraficantes, tratantes de blancas, que lo han convertido en el corredor primordial para mercadear con la ilegalidad disfrazada de impunidad, llena de embarcaderos y de bodegas clandestinas, son el atractivo de la frontera sur, allá en los márgenes de lo que aún queda del Suchiate. Así operan los capos de la ilegalidad en esta frontera invisible, nadie dice nada, nadie ve nada, todos son protagonistas de este “modus vivendis” y sin embargo nunca pasa nada, aunque pase de todo.

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