viernes, 3 de julio de 2009

COCINA AFRODISIACA

Y todavía se quieren casar… Cuanto más siniestros son los deseos de un político, más pomposa, en general, se vuelve la nobleza de su lenguaje (Aldous Huxley) Y esto se parece al amor, a ese romance en donde todos los seres humanos le echamos ingenio, inteligencia y hasta maña para que la presa caiga en nuestras redes. Sí, a menudo nos encontramos con mujeres decepcionadas, medianamente felices porque aquel hombre que las conquistó se transformó en una persona que ellas nunca habían conocido y, en el peor de los casos, sí hubiesen sabido que ese era el futuro que les esperaba, sencillamente no hubieran formalizado la relación y hubieran tomado el noviazgo solamente como diversión. No se trata de una vida llena de lujos y tampoco de que la esposa se convirtiera en una princesa después de firmar ante el juez su unión matrimonial, sino de algo más esencial, de la forma, el estilo, la sensibilidad, la personalidad y todo ese perfil “lindo” del que la inocente mujer se enamoró. Ninguna mujer hasta el día de hoy y después de descubrir que todas se quejan de lo mismo “él cambió”, se ha atrevido a poner las cartas sobre la mesa antes de formalizar la relación o lo más estricto, asegurarse notarialmente de que aquella persona (futuro esposo) seguirá tratándola igual, complaciéndola y esforzándose por hacerle realidad todas sus promesas en recompensa a las ilusiones que ella dejó por estar con él y transitar en la aventura más riesgosa de toda una vida. Hace una semana estuve en el D.F., y por casualidad me tocó asistir a la graduación de una sobrina nieta que celebró junto con toda su generación en un salón situado en Pedregal “Ambrosia”. Ya se podrá usted imaginar la calidad del evento, tres tiempos de comida, extraordinario servicio y la música que por varias horas hizo bailar a los jóvenes. En la mesa tuve el honor de compartir con una pareja encantadora de colombianos, al menos los primeros que conozco con esta virtud y entre charla y charla, la dama, guapa por cierto, me confió ser la madre Anna Bolena, una columnista joven del periódico El Excelsior, a quien ya había leído en alguna ocasión. Y conforme la pareja y este servir charlábamos, la música iba recordando piezas de antaño y cuando el grupo Timbiriche apareció en el escenario, mi sobrina de treinta y tantos años y mi otra sobrina política se alocaron, porque claro está, vivieron esa época ¡Intensamente! Las miré a las dos con tanta ternura porque descubrí que todavía, a pesar de estar casadas, sienten ¡Y es que son muy jóvenes!, se emocionan y reviven aquellos tiempos que los hijos, el marido y los quehaceres del hogar borran en muchas mujeres que aparecen por doquier con rostros desencajados, aburridos e infelices, porque el matrimonio no resultó ser todo lo maravilloso que les habían asegurado sería. Ellas bailaban y cantaban sentadas en sus lugares mientras que los esposos parecían simplemente no estar ahí. Obligadamente tuve que voltearlos a ver y cuando escucharon mi sugerencia de que tomaran a sus esposas y las llevaran a bailar, éstos casi me disparan a matar con la puritita mirada, entonces una de ellas me preguntó – ¿Tío, tú bailas?- , así que le dije que –No- -Pero que cuando estoy en una fiesta acompañado, mi pareja me dice –¡O me sacas a bailar o busco quién lo haga por ti!- Así que antes de que pase un ridículo, me pongo de pie. Y uno de los esposos dijo –Por favor Carlos, no les des ideas- Con ellas descubrí que no son las únicas, sino casi todo el resto de muchachas jóvenes que se tienen que conformar con el “destino” que les tocó vivir, porque cuando eran solteras y transitaban como novias, los pretendientes no se perdían un solo fin de semana para llevarlas a bailar o en cualquier fiesta aprovechaban la ocasión para transportarlas hasta la pista y ahí, como orangutanes es en celo, bailaban no solo las piezas románticas, sino hasta aquellas en donde movían todo el esqueleto. Finalmente tuve que cambiar el rumbo de la charla porque sino me metería en serios problemas con mi sobrino y el yerno de mi hermana. Dirigí la mirada a la pista cercana que estaba en el salón Francés y sin sorprenderme vi un cuadro típico de las fiestas del Istmo de Tehuantepec, en donde el esposo cuando acompaña a su consorte a una fiesta, éste se dedica a beber alcohol y la esposa también pero ésta se encuentra acompañada de otras féminas, asi que sí desea bailar, no le queda otra más que danzar con otra mujer, porque los esposos resulta que, “ya no bailan”. Por supuesto que no toda la culpa de las desgracias de la mujer la tiene el hombre, porque lo extraño es que, sí a usted le gusta bailar, porque se casa entonces con un hombre que incluso aborrece la música, o es que acaso en la desesperación de coger un buen partido, la mujer no piensa que, el sacrificio de aceptar a una persona extraña y ni siquiera tolerante a sus gustos, le costará negarse muchos placeres de esta vida y de paso arrepentirse cuando la realidad la esté sobre pasando. Tal vez ésta sea una de las razones del porqué vemos a menudo a muchas señoras solas, tal vez por eso las mujeres buscan el consuelo de otras y la compañía de otras, porque los esposos se aburren muy pronto de sus consortes y al poco tiempo de casados vuelven a retomar sus mismos vicios de solteros, con el magnifico pretexto de que “hay mucho trabajo en la oficina” y. como es él quien lleva los recursos para el hogar, la esposa lo tiene que tolerar… Pero las costumbres se vuelven leyes y en breve, la mayoría de mujeres se conforma, se acostumbra a vivir con un hombre al que nunca le gustó bailar y sí lo hacía era por complacerla, pero ya casados, esa cortesía se termina. Todo aquel encanto y emoción que había en el noviazgo poco a poco y a veces de golpe se acaba, se termina. Con sorpresa pero en silencio las mujeres tienen que aceptar vivir con un hombre al que no conocen, un hombre que es totalmente distinto; un caballero que en muchas ocasiones les controla la voluntad y las guía con la pura mirada ¿Qué hay detrás de éstas mujeres? Sí, muchas mujeres viven con monstruos y no lo saben, comparten su vida con hombres crueles que logran domesticarlas a su antojo y como la carne es débil y la mujer de paso es más espiritual que carnal que, sin darse cuenta, poco a poco va permitiendo que éste la domestique a su antojo. Y es que todavía existen mujeres buenas que se resisten a revelarse y a exigir respeto e igualdad en derechos, porque todavía nos encontramos con mujeres que toleran todo por mantener un hogar en pie, a cuesta incluso de sus propias vidas… Esta es, supongo y casi estoy seguro, la razón por la que muchas mujeres no desean transitar en el terreno matrimonial, se atreven a convertirse en la pareja de algún hombre enamorado porque saben que en esta modalidad ella no tiene ningún compromiso más que una responsabilidad moral y al contrario de lo que sucede con las mujeres casadas, el hombre vivirá en constante conquista, y así la mujer no perderá nunca las cortesías, las atenciones, los buenos tratos y exceso de cuidados de parte de un hombre que estará siempre en la cuerda floja. En pareja los dos se esfuerzan por mantener el hogar a punto de turrón, ambos adquieren una responsabilidad compartida que llevará a que la unión civilizada se mantenga por mucho tiempo. De esta forma el hombre no permitirá que su imagen se descomponga por temor a ser abandonado, seguirá bailando a la esposa siempre, sobre todo sí a ella le encanta y ésta seguirá viviendo como una mujer que merece todo por se eso, por ser ¡Simplemente mujer! Así que si usted desea boda formal, baile, cena, luna de miel y jugar a la casita, váyase preparando porque iniciará convirtiéndose en la esclava de una casa en donde además de cuidar que la ropa del esposo esté lista, la comida deberá estar caliente y todavía, tendrá que tolerar que su esposo, los domingos en vez de llevarla a pasear se marche con sus amigos a jugar futbol. Nos leemos el lunes sí amanezco vivo. Para comentarios escríbeme morancarlos.escobar@gmail.com afrodisiacacocina@yahoo.com.mx

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