jueves, 28 de mayo de 2009
COCINA AFRODISIACA
El novio de mi hijo…
(historia real)
No sé sí a usted le suceda, pero generalmente muchos de los que prestan sus servicios a una empresa no poseen teléfono convencional o tradicional de Telmex, pero sí otorgan un número de teléfono celular que alcahuetea al portador en su irresponsabilidad, porque gracias a este teléfono él empleado no contestará cuando así lo prefiera, lo mantendrá apagado sino quiere ser molestado por la empresa que lo contrató fuera de horario de trabajo y finalmente; dirá que la llamada no entró, que se le acabó la batería o que estaba fuera del área de servicio.
El miércoles visité a una persona que me atiende en unos aspectos de imagen, ya sabe usted, arreglo de pies, manos, masaje, limpieza facial y otros detalles que nos consiente el alma y eleva nuestro autoestima y, como este irreverente nunca deja de hablar ni de hacer preguntas íntimas o prohibidas, después de un largo saludo y una serie de chascarrillos por el calor y otras eventualidades, mientras le explicada del ardor en la planta de mis pies le pregunté cómo estaban sus hijos…
Este hombre guapo de cuarenta años que posee todas las características de un don Juan y que además, recientemente se volvió a casar con una jovencita de diecisiete años con quien ya tiene un nuevo vástago, es un tipo que no solo se dedica a la pulida de imagen de una lista larga y exclusiva de clientes, en su mayoría hombres, pues aquella mujer que se ponga en sus manos para un masaje, por muy santa que sea, lo más seguro es que caiga en sus brazos y se regale con él. Total, ya desnuda la presa en la cama cubierta solo por unas toallas pequeñas, lo que la mano hace con aceites aromáticos, invita, seduce a que se vaya poniendo flojita.
Pues bien, este hombre posee un nivel cultural asombroso y demostrado está porque con él puedes hablar del tema que gustes y lo maneja como sí hubiese egresado de Harvard, cuando solo cursó hasta el bachillerato, pero eso sí, lee mucho y está bien informado, amén a que le gusta juntarse con gente de la que aprende, y no como otros maestritos o universitarios que, cuando hablan, escupen puras estupideces. Fue así como me dijo que sus hijos estaban bien; que el mayor, quien tiene 19 años ya está mejor en la escuela y ha subido de nivel, que ya está tranquilo y “anda” en paz con un muchacho que se llama Hugo…
Le pedí de favor que me aclarara lo último porque no había escuchado bien, y me confirmó que en efecto, su hijo ya estaba tranquilo al lado de su “pareja”, un muchacho con quien estudia y que se llama Hugo. Debo reconocer que me asombró la naturalidad con la que un padre como él, mujeriego y de apariencia machista, me expusiera la preferencia sexual de su hijo como lo más común y normal que pueda suceder en una familia. O sea, que para él no fue cosa del otro mundo ni se enfermó y tampoco se entregó al vicio por la decepción. Al contario.
Me dijo que cuando su hijo había cumplido 14 años, tanto su ex esposa, por cierto de profesión psicóloga y él, hablaron en privado sobre el comportamiento del muchacho que no ocurrió como en muchos jovencitos que salen de casa portando una licra ajustada al cuerpo, tampoco usando corbatas en tono rosa o que comienzan a pintarse los ojos, las uñas y finalmente desean ponerse vestiditos, sino que apareció mostrando una actitud rebelde, desquiciada, tanto que pensaron que estaba perdiendo el juicio.
Tras un jaloneo de palabras, discusiones y arrebatos que finalmente el muchacho le reveló a sus padres que le gustaban los hombres, que no sabía porqué, pero que era un deseo incontrolable, algo que estaba más allá de lo que él hubiera querido ser, que se sentía defraudado consigo mismo pero que tampoco deseaba que ese deseo desapareciera. El padre, llorando, abrazó a su hijo y la madre no estuvo de acuerdo en todo, se resistió a aceptar lo que el padre ya había entendido: es su hijo y tanto él como su esposa habían creado a ese joven…
Y mientras mi pulidor de imagen seguía en lo suyo, ahora con la limpieza facial, le dije que por favor hiciera un paréntesis, que algo no me cuadraba bien en todo lo sucedido. Le pregunté que, ¿cómo podía contarme ese secreto de familia tan íntimo como sí fuésemos grandes amigos? Y el me respondió con una sonrisa tranquila -Tú mismo haz dicho siempre, Carlos, que a este mundo venimos a ser felices y sí mi hijo es feliz así, no tengo otra opción más que apoyarlo, porque deseo que sea feliz y esté seguro de lo que está haciendo, no pretendo discriminarlo y mucho menos odiarlo, porque tal vez su madre y yo fuimos los directos responsables para que mi hijo desviara su camino o tomara esa preferencia sexual- no lo sabemos-
Miré fijamente a mi amigo, porque en realidad sino fuera mi amigo no tendría la confianza para ponerme en sus manos, le seguí la mirada y miré su rostro y no encontré nada extraño, estaba tranquilo y en paz consigo mismo, sino satisfecho, al menos se mostraba como un hombre que acepta de la vida todo –Solo la muerte no tiene solución- Me dijo sin que hiciera ninguna pregunta y siguió hablando –Le dije a mi hijo que sufriría mucho, y que esa era mi única preocupación, no lo que fuera a decir la gente que, “por el qué dirán”, vive infeliz y a medias, porque su felicidad depende de la gente que la rodea y no de ellos mismos-
La historia sigue: -Mi hijo no cohabita con él- respondiendo a más preguntas que hubiera hecho –Mi hijo vive en casa con su mamá porque está muy pegado a ella, es más, la quiere más a ella que a mí, y eso es lógico- -El y su pareja, Hugo, van juntos a la escuela y las dos familias sabemos que nuestros hijos se entienden sentimentalmente- Seguí mudo mientras el hombre seguía haciendo su trabajo. No podía entender lo que estaba escuchando, a pesar de poseer una mente liberal, no podía comprender cómo éste padre, el primero con el que me ha tocado hablar sobre éste tema, lo hiciera tan maduramente, sin dolor pero satisfecho de tener a un hijo vivo que luchará por ser feliz…
Por supuesto que le dije que no podía entender cómo le había hecho para aceptar algo que todas las familias conservadoras aborrecen y tratan de ocultar. Le mencioné ejemplos de hijos que no pueden llegar nunca a sus casas porque sus padres se avergüenzan de ellos, de otros que incluso
manifiestan asco cuando recuerdan al hijo gay y de una pareja que, cuando el hijo les dijo que le gustaban los hombres, le dijeron que preferían verlo muerto y que sí esa vida iba llevar, que se fuera lejos, a donde ellos no tuvieran que pasar vergüenzas por él.
-La vida me dio la mejor lección cuando tenía 36 años- me dijo mi amigo, --porque a esa edad entendí que mí hijo tal vez me necesitó y nunca estuve para darle amor, probablemente la separación de su madre y yo, le afectó y como una rebeldía a algo en la que no podía intervenir ni entender, lo desvió del camino, no lo sé, no sé sí él ya venía así desde que nació, pero yo prefiero tener a este hijo vivo que muerto, no como muchos que no saben lo que es ir al panteón cada domingo a dejarle flores a un hijo que nunca vimos crecer y que la vida se los arrebató…
Por espacio de tres horas este hombre de gran corazón y yo hablamos casi al grado de soltarnos a llorar, porque en el fondo y el único tormento que mi amigo tiene es que su hijo va a sufrir, la sociedad va a rechazarlo y va a tener que vivir en un mundo subterráneo –Toda mi familia quiere a mi hijo y a su pareja, los aceptan tal y como son, y por supuesto que nadie se mofa de ellos y mucho menos se hacen bromas de mal gusto ni nada que pueda lastimarlos, al contrario, se les comprende…
-No me queda otra Carlos, no puedo dejar de querer a mi hijo solamente por su preferencia sexual, por que eso, no va a arrancarme todo el cariño que siento por él. El no pidió venir al mundo, lo trajimos mi esposa y yo en medio de un infinito amor que nosotros mismos acabamos, en todo caso lo más válido es preguntarnos ¿qué hicimos nosotros, sus padres, que a él le perjudicó?
Me tomé una copa de anís para terminar el tema y salí con la cabeza revuelta pero en paz, impresionado y agradecido con la vida de haber hablado con un hombre que ama y ve la vida como Dios la manda y que no huye de sus responsabilidades, como muchos padres.
Para comentarios escríbeme
morancarlos.escobar@gmail.com
afrodisiacacocina@yahoo.com.mx
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario