jueves, 28 de mayo de 2009

COCINA AFRODISIACA

Cuando los hermanos se odian A Angeles de Fierros, quien hoy inaugura la 4ta., sucursal de "Angeles, alta repostería" El pasado fin de semana estuve en una boda en donde conocí a una familia enorme, una tribu que a pesar de las diferencias sociales, religiosas y económicas, son fuertes porque los une un sentimiento que va más allá de lo que la misma sangre puede conseguir. Sí, entre ellos se quieren tanto que, nadie despotrica de nadie y todos se quieren sin mirar más allá de lo que uno pueda o no tener. Hermanados por un cariño heredado, ninguno de los hermanos varones desea ver a su hermana derrotada, al contrario, protegen a las mujeres porque las consideran débiles, pero sobre todo, porque están consientes de que vienen del vientre de una mujer. Muy al contario de otras culturas o de otros hombrecillos. Sí, en esa boda admiré a una familia en donde las primas no se apuñalan por las espaldas y mucho menos esperan a que una de ellas no esté para que la más venenosa y acomplejada de todas, eche toda su furia y venganza a la vida en contra de la que es más feliz. No, en esta tribu las primas se quieren tanto que no se envidian unas a otras ni se presumen miserias o excesos, en esa familia o tribu como yo la llamo, solo existe un sentimiento que se llama amor, tal vez cultivado por sus padres quienes les engendraron ese sentimiento puro y sin ronchas. ¿Sí me entiende verdad? Pero no voy a referirme ni a las primas con sangre avinagrada ni a los hermanos misóginos, sino a la razón del porque algunas familias están en constante lucha, guerra y en algunos casos, llegan hasta enfrentamientos en donde se amenazan de muerte. Es muy simple, la noche de ayer platicaba con una lectora sobre este tema sin saber que lo abordaría y llegamos a la conclusión de que son los padres los responsables de que entre hijos y primos cultivemos un cariño desinteresado. Sí, los hijos somos el vivo reflejo de los padres, los padres nos transmiten sus amarguras, sus vicios, sus defectos y también sus pocas virtudes que logran rescatar en el afán de ganar mucho dinero para proporcionar “todo” a sus hijos, así que, son ellos, aunque duela, los directos responsables y causantes de que dos hermanos se odien, son los padres quienes nunca transmitieron la virtud de la sencillez y la humildad en sus hijas, sino que a cambio las hicieron frívolas, vanidosas, pendencieras e incluso, cortesanas. Pero nada de esto se logra ver porque el infinito amor lo borra todo y vuelve ciego a los padres. Los padres son quienes cultivan en sus hijos el sentimiento de la envidia sin proponérselo, son ellos los que siembran en sus hijos la maldad o la felicidad, así que son ellos, los únicos que en medio del amor y consentimiento van puliendo sentimientos que en edad adulta resurgen mostrando en muchas ocasiones, monstruos y problemas sociales. Un amigo y asiduo lector ha entablado una guerra en contra de su madre sencillamente porque ésta, protege a sus hijas mujeres, les proporciona todo e incluso, según él, ha convertido a sus yernos en haraganes porque su acaudalada madre da de más a sus hermanas. Y él, siendo varón y adulto, ha retado a la madre retirándole el habla porque argumenta que, por ser varón, merece todo, y no sus hermanas que deben ser sostenidas o mantenidas en miseria por sus consortes. Claro que la madre, quien se parece mucho a su hijo, le ha seguido el juego y ha decidido que, sí éste hijo sigue criticando sus acciones y lo que hace con su dinero, no le dejará nada a él. Es común que entre los hijos varones y descastados deseen todo para ellos y no piensen nunca que, una hermana, por ser mujer, merece y debe estar más protegida que ellos, sobre todo sí está casada con un huevón. Es algo difícil de explicar pero su origen es bíblico y entre los libaneses y árabes, es una práctica muy común. Sí, la cultura libanesa hasta hace poco y todavía entre muchos que habitan primitivamente, tienen la creencia de que las mujeres no valen absolutamente nada, que ésta puede incluso morir y la patria no pierde nada, porque entre ellos, solo los varones tienen derecho a coronarse en el mundo. De ahí que muchos padres han heredado todo a sus hijos varones porque consideran que nadie como el hombre de la familia para convertirse en heredero universal, colocan toda la fortuna en manos de sus hijos y dejan a las mujeres desprotegidas porque se confían de que ésta será sostenida por un hombre y que será responsabilidad de ella el tiempo que éste la sostenga, porque sí lo pierde por desobediente o exigir respeto y dignidad ¡Allá ella!, como se dice vulgarmente, porque ningún hermano la rescatará ni le dará nada ni hará nada por salvarla, al contrario, sí puede, le desea mejor que pase a “mejor vida”. Un día me tocó compartir la mesa en una boda con un libanés, quien me contó sin pena que, entre los suyos, aquel matrimonio que tenga puras hijas mujeres, el esposo tiene derecho a matar a su esposa por no dar varones, librarse de ella y buscarse otra que le de un macho para que continúe con la expansión de la sangre. Nunca mi vecino notó mi cara de asombro que le decía “ignorante”, pero como no me interesaba enemistarme con él, sino obtener toda la información posible, le dije que me parecía perfecto, incluso le dí una palmadita en el hombro mostrándole simpatía y que estaba con él. “Que aquel matrimonio libanés o árabe que tuviera la suerte de tener a una hija solterona entre sus hijos, equivalía como a una maldición, porque ese acontecimiento le decía que tenía una hija despreciada que ningún varón la deseaba como esposa o concubina”. Pero aquel padre que tuviera una hija y ésta fuera elegida por un hombre rico como su esposa y esclava, éste se sentía orgulloso y daba gracias a los dioses por beneficiarlo con un yerno rico, sin importar que éste la amara o no, porque al final de cuentas las mujeres no valen nada entre ellos. Salomón Musalen, como se llama este hombre con quien compartí una velada entera, me informó al final que es una práctica que todavía se realiza en muchas familias árabes, que en muchos casos no es cuestión de ignorancia, sino un estilo de vida que muchos se resisten a desechar por comodidad. Me informó también que él tiene cuatro hijos, tres varones y una hembrita, así que está muy agradecido con Dios. Platicamos de otras cosas, todo relacionado con la cultura libanés, por supuesto, de las mujeres que educan para que sirva al hombre y aguante malos tratos, golpes y todo lo que el esposo desee hacer con ella. Claro que también compartimos que muchos ya han desechado esa idiosincrasia y muchos hombres libaneses incluso se han convertido en peleles y varones que son minimizados por sus esposas y que éstas se manejan como sí tuvieran pelo en el pecho. Lo único que no le pregunté a Salomón Musalen es ¿Qué pasa cuando un libanés no puede preñar a su esposa? ¿Será que éste también puede ser sacrificado por su esposa, desechado y ésta tiene todo el derecho de buscarse otro hombre que la fecunde y la realice como mujer? Usted recordará aquella historia de Juan Miguel Mafud (un tío mío) que le conté en alguna ocasión, quien sabiendo que era estéril, abandonó a su esposa ya siendo un viejo de sesenta años y se matrimonió con una mujer joven que su sobrino político había disfrutado por mucho tiempo. La muchacha al casarse con el tío no se estuvo quieta, sino que siguió su romance a escondidas con mi hermano hasta que ésta resultó embarazada. Ya se imaginará usted el escándalo en el pueblo, pero un escándalo que no llegó a oídos de mi ex – tío, como siempre, y cuando éste se enteró que su joven esposa estaba embarazada, de rodillas llegó hasta la iglesia de San Sebastián en Tehuantepec, para darle gracias al santo patrono por haberle concedido el milagro de ser padre. Mi tío Juan Miguel, y ex esposo de mí tía Melva, hermana de mi padre, se murió cuando el niño tenía tres años. Murió siendo un papá feliz… Con esta experiencia le he sugerido a un amigo, quien junto con su esposa se congregan en una secta del Salón del Reino de los Testigos de Jehová que permita que su esposa se vaya de viaje solita, porque él no puede ni podrá nunca embarazarla y desea tener aunque sea un crío pero no adoptarlo, recomendándole que su esposa vuelva cuando ya esté satisfecha. Total, nadie lo va a saber más que su esposa y él que hará como qué no sabe nada, pero será padre al menos del hijo de la mujer que ama. ¿No es acaso mejor esto que adoptar? Para comentarios escríbeme morancarlos.escobar@gmail.com afrodisíacacocina@yahoo.com.mx

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