miércoles, 20 de mayo de 2009

COCINA AFRODISIACA

Los entenados de Dios… Hace poco llegó una señora a visitar a un sacerdote con la única finalidad de solicitarle piadosamente, que a la hora de la misa de acción de gracias que su mamá daría por cumplir noventa años, el sacerdote, le dijera unas palabras motivándola por los años vividos y por el ejemplo que a través de esos años había dejado en sus nietos, hijos y quienes la conocen. El sacerdote, que no tiene ninguna necesidad ni obligación respondió ordinariamente a la señora lo siguiente. -Usted lo que quiere es una misa especial, y yo no doy misas especiales, todas son iguales- La señora insistió, como lo hubiera hecho usted sí se tratara de su madre, pero el sacerdote, recio y necio, se negó rotundamente ante la súplica de la mujer que, supongo, está arrepentida de ser católica y congregarse con un sacerdote que no tiene misión, ministerio y mucho menos voluntad de hacer algo bueno o un favor por el prójimo. Y es que ya lo dijo un obispo en una entrevista, -la iglesia no está actuando como debiera hacerlo- Sus dirigentes y guías espirituales están muy alejados del servicio para la comunidad y no van tras sus ovejas, atienden solo lo que les cae en el templo (Leopoldo González González, Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano)/. Por eso existen muchas deserciones y cada día existen más centros y sectas evangélicas en donde la gente encuentra consuelo o al menos el oído de un pastor que atenderá a la oveja y hará caso a su dolor. Claro que los sacerdotes son seres humanos como usted y como yo, con todas las facilidades de pecar, de cometer cuanto atropello se les ocurra, porque el seminario no logra en muchas ocasiones domesticar la voluntad, tampoco amansar el carácter y mucho menos purificar el alma de un simple mortal, así que, si a usted le sucede algo que le lastime su sensibilidad religiosa por culpa de un sacerdote, no piense que es la doctrina la mala, sino el pastor quien no tiene vocación y solo ejerce porque eso estudió y su destino lo arrimó a un seminario cuando no tenía ni edad ni posibilidades de elegir ¿Sí me explico, verdad? Y es que recodemos que la inmensa mayoría de sacerdotes viejos no se convirtieron en clérigos por convicción, sino porque no tenían otra alternativa. Ir al seminario lo salvaría de todo, ahí tendría casa, comida, ropa y estudio. Esos sacerdotes que ingresaron por hambre al seminario son en su mayoría, no todos, quienes se comportan de manera déspota con los fieles y quienes están ayudando para que la iglesia católica pierda cada día más simpatizantes, les llamemos así, porque no encuentro otro nombre… En antaño la iglesia católica practicaba un estilo especial para reclutar niños y jóvenes para el servicio: A los pueblitos más pobres llegaba en temporada de vacaciones un carrito con un altoparlante haciendo un llamado a todas las mamás que desearan enviar a sus hijos al seminario. La situación paupérrima provocaba a que muchas madres se desprendieran de sus hijos antes de que éstos, por hambre y otras necesidades, terminaran mal, así que entregarlos al seminario, era lo mejor que se podía hacer. Y usted como madre en una situación semejante, haría lo mismo… Cuando estuve en el seminario (1974) tuve de compañeros a un par de hermanos, uno más grande que el otro y quienes venían de un pueblito cercano a Xalapa Veracruz. En el corto tiempo en que nos relacionamos le pregunté un día al mayor de los dos -¿porqué su hermano estaba también en el seminario?-, y entonces me contó una historia que en ese entonces no me provocó absolutamente nada. No había que preguntar mucho, en la vestimenta se anunciaba que provenían de un hogar con demasiadas necesidades y además, para no pagar la colegiatura del bachillerato que recibía a alumnos de fuera, ellos trabajaban en la cocina y en la jardinería del seminario. Su madre, que había regalado al hijo más pequeño por incapacidad para mantenerlo, los convenció que ingresaran al seminario porque era la única forma de que se prepararan, que se salvaran, pero que no renunciaran nunca, que hicieran todo lo posible por seguir adentro hasta convertirse en sacerdotes, aunque no tuvieran vocación. Yo me retiré del seminario meses después y supongo que ellos terminaron el bachillerato, se trasladaron después al seminario mayor y hoy están convertidos en sacerdotes. No sé cómo sean, pero supongo que si son agradecidos sabrán transmitir el evangelio, pero quién sabe si logren controlar otros deseos que no son prohibidos por Dios, sino por la santa iglesia. Supongo que la preparación teológica y la disciplina tuvo que haberlos convertido en personas inteligentes, tal vez buenos sacerdotes y excelentes padres de familia en caso de que sostengan a la par y en discreción un hogar, que no sería mal visto por Dios, pero sí por la iglesia, que no es santa. Pero no voy a expresarme mal de ningún sacerdote católico, a pesar de que el sacerdote que se negó a ofrecer unas palabras de reconocimiento para esta pobre mujer, merece ser llamado por las autoridades que rigen a los sacerdotes, porque no es posible que un hombre, al que muchos consideran un santo por tenerlo en sus mesas comiendo, se conduzca de manera tan miserable cuando una de sus ovejas que cree en él, le pide solamente que diga “buenas palabras” para su madre que se encuentra en el ocaso de la vida. Cuando me enteré del acontecimiento no me decepcioné ni mucho menos me asombró la actitud del cotonudo, porque ya sabía de quién se trataba y porque un sacerdote no solo debe tener convicción, voluntad, ministerio, ser honesto y honrado, sino también parecerlo, o sea, que no es suficiente con que vista como tal y repita como loro lo que desde hace 40 años hace en el pulpito, sino que también, sin la sotana, parezca sacerdote, un guía espiritual, un servidor del mismo Jesús, que actúe como tal… ¿Tengo o no razón? Sucede que se nos olvida que son también seres humanos, quienes en muchos casos están convertidos en sacerdotes por accidente, destino o porque no había otra opción. Lo único malo de todo esto es que no existe ninguna autoridad con quien uno pueda acudir cuando un sacerdote no cumple con sus funciones como tal, cuando un sacerdote sí accede en caso de que la persona tenga posición social y cierto nivel económico. Aclaro, que no me refiero a todos, sino solo a dos sacerdotes de nuestra comunidad que están obligando a que la sociedad abandone sus recintos religiosos, y supongo que ni así, el manda más de la diócesis se imaginará “qué estará pasando”. Hace un par de años me tocó llegar a una misa y escuchar a un sacerdote que suplía al titular de una iglesia, diciendo cosas terribles desde el púlpito. Sí, el sacerdote, joven, por cierto, y tal vez de ideas revolucionarias comenzó a despotricar de los “políticos corruptos” en vez de dedicarse al evangelio o a hablar de lo mal que están muchos sacerdotes. Intenté y estuve a punto de ponerme de pie y desde mi lugar llamarle la atención al cura en el tono que fuera, pero me controlaron mis vecinos y simplemente nos retiramos de la iglesia para no escuchar al cura sustituto. Pero ya con anterioridad un domingo en el que había muchos niños, este mismo capellán, que supongo estaba practicando, se puso a hablar de la “infidelidad”. Ya fuera de la iglesia le dije al sacerdote que estaba mal su sermón, porque los niños no entendían sobre ese tema y que era válido que lo abordara, pero que lo hiciera en otra ocasión. Al sacerdote le valió madre y días después tomó otra vez el púlpito para despotricar de temas en donde la iglesia no está tan librada, así que me colmó la paciencia. Y como lo único que se hacer es escribir, le envié una carta al encargado de la iglesia, un sacerdote que no tenía la menor idea de lo que su adjunto estaba haciendo mientras él confiaba su iglesia y sus fieles en manos de un tipo con doble personalidad. La carta la redacté sin maquillaje y, como el sacerdote y yo somos amigos, tenía que ser sincero con él, anunciándole al final que le enviaba esa carta para no ventanear públicamente y con nombres y apellidos, la situación tan denigrante del sacerdote que lo suplía en ciertas ocasiones. Luego entonces: Con qué esperanzas podremos llegar a pedirle a un cura, en un caso desesperado que, por favor, hable con nuestro hijo que está en malos pasos, porque lo más seguro es que el cura nos responda –Y a mí que me importa- Es su hijo, no mío. Tal y como lo hiciera un entenado con su hermanastro… Para comentarios escríbeme morancarlos.escobar@gmail.com afrodisiacacocina@yahoo.com.mx

No hay comentarios: