En el Olimpo de nuestra sociedad… A Karina Fernández, quien ayer cumplió años. La gente que se espanta con mis escritos, generalmente tiene el cerebro pequeño. Sí, poseen una masa encefálica que no se ha desarrollado porque nunca se ejercitó con lectura, excepto con revistas y libros de excusado, como los que muchas damas linajudas compran; revistas de chismes de mujerzuelas de la farándula y hombres que, supongo, en el baño las transporta con alucinaciones lujuriosas realizando así sus sueños pendientes. Hace poco salude a una mujer madura pero altamente sexy a quien el marido abandonó por una más joven y que en el clímax de la separación aparecía en público atropellada, derrotada y con la piel totalmente marchita. Hoy, ocho meses después, hasta los glúteos se le volvieron a endurecer, los cachetes se le pusieron colorados, los ojos tomaron un brillo encantador, su sonrisa es el de una muchacha alegre y libre y, hasta sus pechos, se endurecieron y sus pezones anuncian alegría desde el interior del sostén. Eso necesitaba, que el hombre la dejara para que ella volviera a vivir, a renacer, así que sí su situación en esta ¡Atrévase! Nada es nuevo, desde la mitología griega la envidia entre mujeres y el gusto desmedido por el sexo, ha sido el pan nuestro de cada día, así que no sé porqué la gente se espanta cuando comparto la historia de una mujer que encuentra consuelo en los brazos de un taxista, se aterra calificándola de indecente o de zorra porque no se dio a respetar; prefieren que sea indigna pero aguantadora esperando hasta que el hombre se apiade de ella y le regale migajas de amor o, lo peor, que esta se muera y entonces el aparezca como el “viudo del año”. Cuando veo estas cosas me acuerdo de la historia de “Adonis”. Sí, aquel hermoso varón que nació de la bella Esmirna, hija del Rey Cinias, quien creyéndose tan bella en una cena exhortó a sus pretendientes que expusieran su vida por ella, porque bien valía la pena, solo que, mujer vanidosa al fin, se atrevió a decir que su belleza era superior a la de la diosa Afrodita, quien encabronada, como todas las mujeres que no gustan de ser retada y mucho menos humillada por otra, bajó del Olimpo y volviéndose invisible visitó el palacio de Esmirna para lanzarle un castigo y, desde ese día, ésta sintió un amor desmedido por su padre. Fue así como una noche después de una fiesta Esmirna ordenó a su nodriza, algo parecido como a una “nana”, para que embriagara a su padre. Claro que la mujer se escandalizó pero la orden estaba dada y la nodriza tuvo que obedecer. Así que ésta “emboló” al rey Cinias y cuando éste ya estaba con cara de vaca, apagó las linternas y apareció la hija en su habitación, quien solo alcanzó a ver la silueta femenina, casi desnuda que se acercó a su cama. El rey la recibió gustoso (raro, porque generalmente un borracho no funciona), como una más de sus amantes, sin importarle si era virgen o una mujer experimentada y la tomó con furia animal. Eso no le importó a Esmirna, quien disfrutó cada una de las caricias del embrutecido rey. A la mañana siguiente cuando el rey descubrió su hazaña, ella le confesó su gran amor pero el rey, todavía con el cerebro atontado ató cabos y descubrió que todo había sido una trampa de su propia hija, así que, espada en mano, la echó del palacio… Cuenta la mitología que la princesa anduvo vagando por mucho tiempo, lloró e imploró a Tanatos, que se la llevara a las profundidades del Tártaro. Satisfecha Afrodita como toda mujer que salda sus cuentas pendientes todavía sintiendo un poco de rencor por ella, la convirtió en una planta. Al pasar los 9 meses, del Mirto (planta en la que se convirtió Esmirna) nació un hermoso bebé: Adonis, y Afrodita estuvo atenta para llevarse al niño encerrado en un baúl hasta el reino de Perséfone en la región del Tártaro, lugar obviamente en donde habitan los muertos. (Sí sabe algo de latín y griego, se le facilitará entender la historia) Pero ya ve usted que las mujeres son curiosas, así que un día a Perséfone se le ocurrió abrir el cofre y de ahí salió un joven hermosísimo, perfecto, era Adonis, de quien se enamoró de inmediato, así que decidió llevarlo a mejores estancias en donde podía ordenar a sus numerosas sirvientas (mujeres de aspecto lugubre) que le llevaran los platos más suculentos. Pero las mujeres no acertaban solo de admirar el cuerpo desnudo de pecado y el rostro del joven. Adonis sin embargo, quien nunca había recibido una caricia femenina, sentía cosas extrañas en todo su ser. El joven no supo qué hacer cuando una parte de su cuerpo se tensó, así que de inmediato una de las sirvientas se ofreció a ayudarle pero Perséfone, enérgica ordenó que de ahí en adelante ella se haría cargo del joven. Así que para no darle tantas vueltas la reina aprovechando que su esposo no estaba lo llevó a su lecho, donde comenzó a enseñarle los secretos del amor… Pero como sucede en la vida social de ahora, una de las sirvientas, enojada porque no tuvo al joven para ella ni un rato, fue a chismearle a Afrodita, así que más tarde que pronto hizo su aparición la diosa del amor reclamando la desobediencia y exigiendo que el joven fuera metido de nuevo al baúl pero cuando Adonis le fue presentado ella sintió un deseo tan fuerte que quiso llevárselo y comenzó la lucha entre las dos mujeres, por lo que tuvieron que buscar a Zeus para que diera el fallo entre las dos hembras y el joven hermoso. La democracia ya existía, así que el joven fue repartido en tiempos entre las dos mujeres dejando un tercio del año para él mismo Adonis. Así que lleno de mimos y apapachos vivió Adonis su primer tercio de vida al lado de Perséfone quien encantado entre jóvenes doncellas aprendió los secretos más profundos para hacer el amor. Así, cumplidos sus cuatro meses al lado de la primera hembra se fue a los brazos de Afrodita, quien lo llevó al extremo del éxtasis que él jamás imaginó. Sí el contaba que las acompañantes de Perséfone le perfuman el cuerpo desnudo con aromas diversos, Afrodita le bañaba el cuerpo con dulce vino y lo limpiaba con su cálida lengua; después lo invitaba a hacer lo mismo con ella, así descubrió que beber vino en el ombligo de Afrodita podía llevarlo a la embriaguez de todos sus sentidos. (No me diga que nunca ha probado esta práctica tan exclusiva de gente que gusta de la variedad, porque sino lo ha hecho, no tiene caso que me lea). Pero Afrodita malvada al fin, le puso un cinturón encantado que, quien lo usará moriría de amor por la diosa. Adonis viajó por todos los reinos y no hubo mujer que no se llevara a su lecho pero a pesar de todos los placeres, sin saber porqué, extrañaba a Afrodita. Volvió el muchacho al reino de Afrodita quien lo recibió con una gran fiesta luego, sin hacer diferencia del día y la noche vivieron su pasión al máximo… Perséfone entonces le calentó los oídos al esposo de Afrodita, ya ve usted como son las comadres o amigas del esposo, y éste cuando comprobó cómo su esposa corría mientras que el joven la correteaba y luego ella se dejaba caer sobre el pasto para que éste la poseyera con furia desmedida que, el esposo se convirtió en un jabalí bravo, atacó a Adonis y le dio muerte. Afrodita volvió con su cornudo marido y nueve meses parió a dos niños; Galgos y Tracia, sin que le costara trabajo convencer al marido que eran de él. ¿A poco no se parece a muchas historias que a diario vemos?, lo único que no sucede en nuestra sociedad es que el esposo se convierta en un jabalí bravo para atacar a su rival pero sí se cambia de partido político o sufre una transformación por intereses que son expuestos a la vista y en público. La mujer no comparte al hombre de sus sueños por cuatro meses con la amante y cuatro meses para ella dejando el resto del tiempo para que él esposo lo ocupe a vagar por otros brazos, pero civilizadamente vive conforme de que “la otra” y ella disfruten del mismo fruto que éste les da. En nuestra sociedad cristiana casi siempre cuando una mujer se aparea o socializa con hombre alguno, de inmediato aparece la metiche, la chismosa, la entrometida o infeliz que en el fondo también desea al hombre, para criticar y despotricar de ella, dejando en claro que la envidia, que desea el hombre o novio que trae y exponiendo al marido como un pelele o inútil para el lecho. Y es que si una mujer critica a otra por que no le gusta el novio que trae, cosa o asunto que no le importa, es porque ella lo desea, sino, cómo podemos interpretar sus desvaríos verbales ¿No cree? La mitología griega en el reino del Olimpo, así como en nuestro reino suceden diversas historias eróticas entre dioses, humanos y semidioses. Zeus, el padre de los dioses, encuentra irresistible la belleza de cualquier mujer y emplea sus más sofisticadas armas de seducción y de transformación para poseerla. En la vida real, se enciende el Mustang, se llena la cartera de billetes y se lanza a la conquista y descubre que, con una cena, la chica cae rendida a los pies, pero claro, se le tiene que llevar en buen carro y aunque la cartera no se gaste ella se goza con saber que él tiene y de más… Por otro lado, Poseidón, usa sus manos acuáticas para acariciar pieles, muslos y cinturas vírgenes hasta vencer la resistencia de las más recias doncellas…Me imagino a un hombre casto y célibe quien, a través de sus grandiosos poderes vence sino a doncellas a mujeres ajenas a quienes consigue mantener ocultas, dichosas de pertenecer a un reino en donde el pecado se absuelve y se da el cielo como premio….Este tal vez sea el mejor amante y mejor gozo. En cambio Hefestos, el horrible y cornudo esposo de Afrodita, la exhibe ante los demás dioses en lascivia postura con su amante, pero no la deja, como ocurre generalmente, sino que, la ama tanto que, sucede lo que la mujer hace en la vida real, habla del marido, lo publica y lo exhibe, pero duerme y vive con él, porque no conoce otro tipo de vida… ¡Uffff! Se me acabó el papel, le recomiendo que lea a los griegos y me entenderá mejor, nos vemos mañana. Para comentarios escríbeme a
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